POR UNA NAVIDAD FRATERNA Y SOLIDARIA

Imprimir

Ratio: 4 / 5

Inicio activadoInicio activadoInicio activadoInicio activadoInicio desactivado
 

Quienes hacemos SuárezCiudad queremos expresar nuestro deseo de una Navidad que nos reuna, nos hermane y nos permita construir, en la diversidad, proyectos comunes para el próximo 2022. El desafío es enorme y nuestra fragilidad es comparable a la de una persona recién nacida. Pero la Navidad nos recuerda que la Vida crece desde lo pequeño, abriéndose paso ante cada dificultad.

En nuestra anterior publicación hacíamos referencia al femicidio de Natalia Sabán. Ayer nos llegó una información que nos alienta en la búsqueda de justicia: fue detenido el prófugo y cómplice del asesinato de "Nati", Miguel Alejandro Pavón, dueño del arma utilizada y padrastro del autor del disparo, Matías Agustín Cano, quien continua prófugo. el barrio de Villa Hidalgo de José León Suárez, hace pocos días volvió a movilizarse exigiendo "justicia". y se acaba de dar un paso importante en ese sentido. Aun desde el dolor lo celebramos.

Como todos los últimos años, con las fiestas de cierre de año, entramos en receso de verano hasta el mes de marzo. Y hoy vamos a cerrar las publicaciones 2021, trancribiendo el artículo que escribimos para el "Anuario" del prestigioso Semanario Independiente "Huella" de General San Martín y Tres de Febrero. Nos despedimos entonces con un fuerte ¡ABRAZO SUARENCE!

AGUA, TIERRA, AIRE Y FUEGO EN LA VIDA DE LOS BARRIOS POBRES

 

Por Raúl Bermúdez, director del portal de noticias SuárezCiudad

 

Los antiguos griegos, concretamente los filósofos “físicos” o pre-socráticos nos hablan de los cuatro elementos fundamentales de la naturaleza y de la existencia. Veamos: El aire que respiramos ¿Cómo está por donde vivimos? Seguro que mal, contaminado como en todo el planeta, pero en los barrios de General San Martín cercanos al Río de la Reconquista, esa contaminación no sólo se respira ¡se huele! Persistentemente. Uno hace como que se acostumbra, pero no se acostumbra: el hedor de las heces flotando en zanjas y zanjones, el  humo negro de los cables quemados para vender el cobre, la basura acumulada en inmensos montículos en la vía pública, con sus moscas y sus ratas, y la baranda del inefable CEAMSE (*), creación de la última dictadura argentina que contaminó las napas subterráneas que supieron ser de agua potable, con –vaya ironía, si las hay- sus “rellenos sanitarios”.

Y esto nos lleva al problema del agua: “Las cloacas y el agua potable son mucho más eficaces para la salud humana que mil antibióticos” dicen que decía ese gran médico sanitarista que fue el doctor Ramón Carrillo. Y las aguas “siguen bajando (o subiendo) turbias” en los barrios a  los que todavía no llega la red domiciliaria administrada por la empresa -ahora estatal- AYSA (**). Si el agua es la vida, el agua contaminada es la enfermedad y la muerte. Y los líquidos “lixiviados” de la basura. Estos son fluidos que atraviesan metales sólidos transformándose en contaminantes, y son también el equivalente urbano a los agrotóxicos fumigados sin descanso sobre campos y poblados, por los pools de siembra transgénica.

Aire y agua se completan con la tierra asentada como “lecho ancho” del río, sobre el que decenas de miles de familias desplazadas del mercado inmobiliario han construido sus viviendas, rellenando con más tierra, escombros y también…basura.

La única tierra disponible para que migren multitudes de hombres y mujeres empobrecidos como resultado de un país al que se lo desindustrializó a la fuerza,  y vuelquen el fruto de su trabajo –registrado o precario- primero en chapas, cartón y madera y con los años y mucho esfuerzo, en ladrillos y cemento.

La tierra que en la mayoría de los casos, por varias generaciones nunca se termina de escriturar porque los intrincados laberintos legales, están pensados para situaciones ideales, abstractas, cuando no para consolidar las desigualdades y la injusticia.

Y llega el turno del fuego, ese que se torna imprescindible en invierno, cuando no hay red de gas, para los braceros que reúnen y calientan, para cocinar cuando se acaban la garrafas y no hay plata para reponer la carga, para reunir en las esquinas a las amistades juveniles, en improvisados clubes de charla y pasatiempo nocturno, sin techos ni paredes, sólo alguna ermita en la vereda, de la Virgen…o del Gauchito Gil, cerca de las llamas y las brasas.

Tal vez los filósofos atenienses pensaran de otra manera los cuatro elementos vitales, en su Ciudad-Estado, donde nació la demo-cracia y la ciudad-anía, menos para las mujeres y los esclavos, claro está.

Nuestro Estado moderno o posmoderno, tanto el municipal, el provincial como el nacional, en sus períodos de presencia y cercanía con los barrios profundos han invertido y lo siguen haciendo, en infraestructura vial, sanitaria, educativa, cultural y social. Se articula, a veces bien, a veces no tanto, con las organizaciones territoriales de todo tipo que la misma población decanta y organiza.

Nadie puede negarlo porque está a la vista, aunque no hay peor ciego que el que no quiere ver. Nos parece que es el deber del Estado y en nuestra percepción, el “Plan Estratégico de Obras” de General San Martín, incluye claramente la transformación del Área Geográfica Reconquista (AGR), donde reside aproximadamente un tercio de la población del distrito, en un territorio más habitable.

Pero creemos que el problema va más allá: No es viable un país con la propiedad de la tierra, sobre todo la más rica, concentrada en unas pocas empresas multinacionales. No es viable que las poblaciones rurales se vean expulsadas de sus tierras ancestrales para migrar hacia los márgenes de las megaciudades y conformar los “conurbanos”.

Tampoco  son viables ni humanas las megaciudades como tales,  ni las “islas” de riqueza rodeadas de miseria. No tenemos destino como Nación, si los saldos exportables se destinan a pagar préstamos-fantasma internacionales que los simples mortales nunca vimos, en vez de invertirlos en desarrollo, tecnología, investigación científica y educación generalizada.

Una Nación organizada es como una cadena que nos une en un destino común. Lo contrario es el salvajismo del “sálvese quien pueda”. Pero las cadenas se cortan por su parte más débil. Por eso el proceso de inversión pública debe concentrarse en generar trabajo y condiciones dignas de vida en los sectores sociales más débiles, para desde allí expandirse al conjunto de la sociedad.

El único “derrame” virtuoso es el que va de abajo para arriba, como debe calentar el fuego, según escribió nuestro enorme José Hernández. Ya transitando la tercera centuria de nuestra vida independiente, la historia dirá qué modelo de país supimos conseguir.

 

(*) Coordinadora Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado.

(**) Agua y Saneamientos Argentinos.