MENSAJE DESDE LATINOAMÉRICA AL CÓNCLAVE DE ROMA

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Carta a nuestros Cardenales:

Con profundo amor a la Iglesia, les escribimos desde los pueblos de América Latina y el Caribe, mujeres y hombres laicos que, con esperanza vivimos nuestra fe encarnada en la vida cotidiana. Nos dirigimos a ustedes, responsables del discernimiento sobre quién será el próximo obispo de Roma, para expresar nuestro agradecimiento, nuestros anhelos y nuestra oración.

 El Papa Francisco ha dejado una huella profunda en nuestros corazones y comunidades. Su estilo pastoral cercano, humilde y profético nos mostró una Iglesia humana: pobre para los pobres, abierta al diálogo, samaritana y misionera. Su coherencia de vida, su sencillez, su palabra clara y su compromiso con los descartados, con la Tierra, nuestra Casa Común, con la justicia social y con los procesos de reforma de la Iglesia nos devolvieron la esperanza y nos recordaron que la Iglesia puede predicar y testimoniar a Jesús que es misericordia.

Le agradecemos a Francisco haber abierto procesos: la sinodalidad, profundizar el diálogo interreligioso, la revalorización del laicado y la inclusión de quienes históricamente han sido marginados o excluidos de espacios eclesiales y sociales, como las mujeres, los pueblos indigenas, los movimientos  sociales y populares o la diversidad sexual.

También valoramos profundamente que haya puesto su mirada en los más vulnerables: migrantes, personas en situación de trata, con adicciones, víctimas de violencias. Fue un Papa que se hizo presente con gestos concretos, como su visita en casas de refugiados, su lucha contra la corrupción y su valentía para abordar con firmeza los abusos dentro de la Iglesia. Agradecemos su reconocimiento de ministerios para las mujeres, su promoción de una Iglesia corresponsable, y su permanente llamado a que los laicos nos involucremos con amor y responsabilidad en la vida eclesial.

 Recordamos con emoción que como líder religioso se dirigió con claridad a los mandatarios por los niños víctimas de las guerras, y que no dejó de insistir en la importancia de la paz global, aún en los contextos más difíciles.

Hoy, como Pueblo de Dios, sentimos el deber de compartir con ustedes nuestras preocupaciones y deseos:

 

 

 

 

 

 

      •Que escuche comprometidamente las voces de quienes sufren, incluyendo a las víctimas de abusos, y que actúe con firmeza y justicia.                          Estos crímenes no pueden ser tolerados, por el contrario deben ser reconocidos y reparados con total transparencia.

 

 

 

Pedimos también, con especial énfasis, que se avance en la transparencia financiera en toda la Iglesia, incluyendo diócesis, órdenes religiosas y propiedades eclesiales, y que el nuevo Papa fomente mecanismos claros de rendición de cuentas. Que la misericordia, la justicia y la verdad sean los pilares de su pontificado. 

Ustedes, cardenales, tienen la alta responsabilidad de responder a este momento histórico. Confiamos en que sabrán escuchar al Espíritu que habla también en el clamor del pueblo, en el susurro de los pequeños, en la voz de la Tierra herida, en las lágrimas de las víctimas, y en el testimonio silencioso de millones de fieles que siguen creyendo, amando y sirviendo en las periferias, y también de quienes por heridas graves han perdido la fe.

Hoy, les pedimos con el corazón que no detengan el camino. Que el nuevo Papa sea elegido superando egoísmos políticos, económicos o eclesiásticos; con la mirada puesta en el Reino de Dios, en su Pueblo y en el Evangelio de Jesús. Que el Espíritu Santo sople con fuerza, nos siga sorprendiendo y les anime a elegir al pastor que nos ayude a amar más y mejor.

Con FE, ESPERANZA Y AMOR