
El papa Francisco firmó el decreto por el que reconoce el martirio del sacerdote Carlos de Dios Murias. El joven religioso fue asesinado en la localidad de El Chamical, en la provincia de La Rioja, el 18 de julio de 1976, cuando contaba 31 años de edad, como parte del genocidio desatado luego del golpe de Estado ocurrido ese mismo año. Fray Carlos, integró la comunidad franciscana de la parroquia Inmaculada Concepción de José León Suárez, durante los años 1974 y 1975, cuando solía recorrer las casas del barrio Independencia, con la imagen de la Virgen y su guitarra.
En el documento pontificio, el mismo reconocimiento lo reciben: El sacerdote francés Gabriel Longueville (45 años) muerto junto al padre Carlos; su obispo Monseñor Enrique Angelelli (53 años) asesinado en Punta de los Llanos, el 4 de agosto de ese año, cuando volvía del entierro de sus sacerdotes; y el laico Wenceslao Pedernera (29 años) dirigente campesino riojano, que recibió veinte balazos en su casa de Sañogasta, unos días antes, el 25 de julio, de mano de cuatro encapuchados. El paso siguiente, según lo establece el Derecho Canónico, que rige la vida interna de la Iglesia Católica, es la “beatificación”, previo a la declaración de santidad.
Su biografía: Carlos de Dios Murias, nació en San Carlos Minas, provincia de Córdoba, el 10 de octubre de 1945. Su madre era maestra en el pueblo de Villa Giardino y su padre, agente de bienes raíces y político radical muy conocido en la zona. Cursó la escuela superior en el Liceo Militar General Paz de Córdoba. En esa época conoció al obispo Enrique Angelelli, asesor de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), en el hogar sacerdotal ubicado en La Cañada. Al terminar la escuela secundaria quiso estudiar veterinaria, pero esa carrera no existía en Córdoba. Comenzó a cursar la carrera de ingeniería civil, pero al poco tiempo la abandonó y eligió ayudar en el campo a su padre. Luego regresó a la ciudad y comenzó a trabajar en el Registro de la Propiedad.
Ingresó en 1965 a la Orden de Frailes Menores Conventuales. El 17 de diciembre de 1972 fue ordenado sacerdote en Buenos Aires por el obispo Enrique Angelelli, por pedido expreso de Carlos, que admiraba su opción preferencial por los pobres y su cuidado pastoral de los campesinos, en La Rioja. Comenzó su vida como fraile en el Seminario Menor ubicado en las afueras de Moreno, antes de integrarse a la parroquia franciscana en José León Suárez, pero terminó por solicitar a sus superiores la autorización para trasladarse a colaborar con Angelelli.
Murias y Longueville fueron designados en la parroquia de El Chamical, por entonces un pequeño pueblo conformado fundamentalmente por agricultores pobres, en una provincia dominada por unas pocas familias muy ricas.
Luego del golpe de Estado de 1976, Murias comenzó a recibir citaciones en los cuarteles, debido a su compromiso en la defensa de los pobres. “La tuya no es la Iglesia en la que creemos”, le repetían, a modo de advertencia. El 18 de julio de 1976, Murias y Longueville fueron secuestrados de la casa de unas religiosas donde habían cenado. Unos desconocidos que portaban credenciales y que se presentaron diciendo pertenecer a la Policía Federal solicitaron a los sacerdotes que los acompañaran hasta la capital de La Rioja. Pero fueron trasladados y encarcelados en la Base de la Fuerza Aérea de Chamical, donde se los interrogó y torturó antes de matarlos.
Dos días después, una cuadrilla de obreros ferroviarios encontró los cadáveres en la Ruta 38, a 5 kilómetros de El Chamical, acribillados a balazos, maniatados y con signos de haber sido brutalmente torturados. A Carlos le habían arrancado los ojos y mutilado las manos. En una de sus últimas homilías, el fraile dijo: “Podrán callar la voz de este sacerdote. Podrán callar la voz del obispo, pero nunca podrán callar la voz del Evangelio”.
El 7 de diciembre de 2012 el Tribunal Oral Federal de La Rioja, condenó a prisión perpetua al ex comandante del ejército Luciano Benjamín Menéndez, el ex vicecomodoro Luis Fernando Estrella y el ex jefe policial Domingo Benito Vera por crímenes de lesa humanidad cometidos en esa provincia durante la última dictadura militar, al encontrarlos culpables por los homicidios de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville.
El actual cura párroco de la Inmaculada Concepción, Fray Domingo Alberto Rehin, escribió el libro: “Memoria de un Testigo: Testimonio de la vida de Fray Carlos de Dios Murias –”, editado en el año 2005 por Misiones Franciscanas Conventuales y publicado en 2006 por Religious Studies Review.
En la esquina formada por el cruce de la calle Profesor Aguer y la avenida Brigadier General Juan Manuel de Rosas, funciona un centro juvenil municipal que lleva el nombre de nuestro martir franciscano.
