EDITORIALES

SIN PAN Y SIN TRABAJO

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Por Raúl Bermúdez

Ernesto de la Cárcova (Ciudad de Buenos Aires, 1866 – 1927) pintó en óleo sobre tela su obra “Sin pan y sin trabajo”, entre 1893 y 1894. En ella podemos observar a un desocupado, con sus herramientas de trabajo sobre una mesa vacía de alimentos, y su esposa amamantando un bebé. El hombre mira a través de la ventana como la policía reprime una manifestación obrera y cierra su puño izquierdo con crispación.

Transcurría la presidencia de Luis Sáenz Peña, fruto de las elecciones de 1892 -con voto cantado y el radicalismo proscripto- en medio de una crisis económica y social profunda que llevaba varios años. En 1890 se había producido la “Revolución del Parque”, un alzamiento cívico militar de la Unión Cívica, que fracasó militarmente pero políticamente forzó la renuncia del entonces presidente Miguel Juárez Celman.

En 1893 -año de inicio de la pintura de Ernesto de la Cárcova- se produjeron las revoluciones armadas radicales dirigidas, entre otros, por Hipólito Yrigoyen y Leandro N. Além, en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Tucumán y Corrientes. Estas también fueron derrotadas, pero en 1895, el presidente Luis Sáenz Peña, se ve forzado a renunciar sin haber concluido su mandato.

Su hijo Roque Sáenz Peña, también luego Presidente de la Nación, fue quien promulgó la ley que proclama el voto secreto, universal y obligatorio (sólo para los varones). Así fue que en 1916 y en el contexto geopolítico de la Primera Guerra Mundial, llega a la Presidencia Hipólito Yrigoyen, líder de la Unión Cívica Radical (UCR), la expresión política nacional y popular de la época.

El artista plasma sobre la tela, entre luces y sombras, la realidad de una Argentina oligárquica, donde la cuestión obrera adquiría cada vez más importancia. En los comienzos del siglo XX crecen las organizaciones sindicales anarquistas, socialistas y comunistas, orientadas sobre todo por inmigrantes europeos, hasta explotar en 1945 como el “subsuelo de la Patria sublevado”, según la conocida definición de Raúl Scalabrini Ortiz, referida al “17 de octubre” y el nacimiento mítico del peronismo.

En el Área Geográfica Reconquista (AGR) de José León Suárez, contamos con una calle y un barrio popular que llevan el nombre de Ernesto de la Cárcova, aunque tal vez la mayoría de las personas que lo habitan desconozcan esta historia. Pero la situación actual se asemeja a aquella retratada por el artista: “Sin pan y sin trabajo”.

Desde 1982, en los tiempos de la última dictadura cívico militar de Argentina, el movimiento obrero participa de la devoción popular a San Cayetano, con la consigna “Pan, Paz y Trabajo”, a la que este año se le agregaron las otras dos “T” del Papa Francisco: Techo y Tierra.

El 2024 es un año en que se está agudizando la fragmentación de la clase trabajadora, que abarca: trabajo registrado estatal y privado, no registrado informal y generalmente discontinuo o esporádico (las famosas “changas”), la economía popular organizada urbana y rural, cooperativas y empresas recuperadas, aumento de la desocupación, personas jubiladas por debajo de la línea de pobreza. Y también, ramas de la producción o servicios con salarios y jubilaciones que vuelven a aportar el Impuesto a las “Ganancias”.

Esta diversidad se expresa en las variadas organizaciones convocantes de la marcha que el miércoles 7 de agosto -festividad de San Cayetano- unió el santuario de Liniers con la Plaza de Mayo. Una multitud marchó por la avenida Rivadavia, atravesando la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), de oeste a este. Allí confluyeron la Confederación General del Trabajo (CGT), las dos Centrales de Trabajadores/as de Argentina (CTAs Autónoma y de los Trabajadores/as), la Unión de Trabajadores/as de la Economía Popular (UTEP), y se sumaron a la convocatoria movimientos sociales y de derechos humanos.

Un santuario es un punto de encuentro del Pueblo con su Fe. Después del de Luján el del barrio de Liniers es tal vez el que reúne más gente. Allí por la mañana temprano el Obispo “villero”, (Auxiliar y Vicario General de la Arquidiócesis de Buenos Aires) Gustavo Carrara, bendijo las herramientas de trabajo, en la esquina de la avenida Rivadavia y la calle Cuzco, a pocos metros donde la interminable fila de fieles ingresaba lentamente al templo, que abrió sus puertas en la medianoche anterior.

Luego se inició la marcha hasta otro santuario pero de carácter político, allí donde el Pueblo se expresa desde que éramos un colonia española: La Plaza de Mayo, rodeada de todas las expresiones del poder como la Casa Rosada y el Cabildo (que fueran el “Fuerte” militar y la sede del Virrey en los tiempos de la Colonia), la Catedral Metropolitana y la sede del gobierno porteño. También el Ministerio de Economía y el Banco Nación, ambos fundados en el siglo XIX, en una Argentina que iba organizando su economía como un país agro exportador, centrado en su “pampa húmeda”, insertándose en la división internacional del trabajo, en una nueva forma de “dependencia”. Está claro que es el lugar dónde el Pueblo debe materializarse en multitud y hacer oír su voz cuando es preciso.

La religiosidad popular es una expresión de fe profunda y de la cultura popular que necesariamente se cruza con la realidad social y económica. Por eso no es extraño que la devoción al “Patrono del Pan y del Trabajo”, reúna ambas dimensiones. Así lo vivieron Cayetano de Thiene (el santo) un abogado y sacerdote italiano, que se decidió a vivir “en opción por los pobres”, diríamos en lenguaje actual. Tanto como aquella mujer increíble, que difundió su culto en Argentina, y que se conoce como “Mamá Antula”, pero esa es otra historia.

 

 

 

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